Aniversario del Centro Social Trilce
Construyendo el futuro entre todos
El extraordinario éxito de la
celebración del aniversario del Centro Social Trilce este pasado sábado no es
casual sino que se trata del fiel reflejo de lo que ha sido todo este tiempo de
intensa actividad. La fiesta, en mi opinión, ha supuesto el mejor escaparate
posible para mostrar al conjunto de los ciudadanos cuál es el modo de trabajar
y cuál es la realidad del trabajo que se desarrolla en el Centro.
En esta jornada se ha podido
visualizar la capacidad que tenemos, y que debemos desarrollar más, para hacer
cosas juntos y para implicarnos en la consecución de los mismos objetivos pese
a que cada uno de nosotros trabaje en campos sociales, políticos o culturales
distintos. Hemos comprobado también, que lo que menos importa es el nombre del
grupo o asociación, y que si lo que impera es el espíritu colectivo y la
coincidencia en los fines, se puede, a la vez, fortalecer el propio grupo y
trabajar conjuntamente en una misma dirección.
Y todo lo que se ha conseguido ha
demostrado que es posible vivir de otro modo, que se pueden hacer muchas cosas
con valores distintos a los puramente mercantiles. También ha quedado claro que
es posible superar la división del trabajo: no hay intelectuales que piensan y
ordenan y “trabajadores” que ejecutan sus órdenes, todos pensamos y todos
trabajamos en cualquier labor que sea necesaria para el colectivo. La
solidaridad, el apoyo mutuo y el trabajo colectivo van creando dinámicas que se
instalan en nuestro interior y hacen de nosotros personas más humanas, más
completas y, en definitiva, mejores. Es posible un cambio antropológico
profundo si nos damos cuenta de la potencialidad de la cultura colectiva creada
desde abajo.
A veces menospreciamos experiencias como el juego en grupo, el baile, la comida autogestionada o el debate más allá de los estrechos marcos digitales. En mi opinión no valorar suficiente estas cuestiones se trata de un error; al juntarnos y compartir experiencias, aunque alguna pudiera parecernos muy cotidiana, estamos cambiando algo en nuestro interior y estamos rechazando la cultura dirigida desde arriba que pretende homogeneizarnos. Aunque sea por unas horas, estamos socializando y combatiendo el individualismo. Estamos, por decirlo de otro modo, reapropiándonos de nuestras propias vidas.
Con cada taller, con cada reunión
de colectivos, con cada acto cultural o sociopolítico, estamos empezando a
crear una nueva cultura de vida que
surge desde abajo y que puede ser el germen de una sociedad distinta y más
justa. Solo seremos capaces de cambiar si podemos crear un modo de vivir
distinto, que recoja lo mejor de las tradiciones de la vida en común, que nos
aleje de la sociedad del espectáculo en la que estamos inmersos y que nos
permita desarrollarnos como personas al mismo tiempo que desarrollamos el
conjunto de la sociedad.
Para mí esta es la conclusión más
importante de este corto pero muy fructífero tiempo de vida de Trilce: los
pequeños pasos, los pequeños lugares de encuentro son gotas que pueden llegar a
desbordar el mar, creando nuevas formas de entender las relaciones sociales y
posibilitando un cambio en cada uno de nosotros que haga cambiar al conjunto de
la sociedad. Estoy convencido de que si nos cambiamos nosotros mismos no
podremos abordar grandes cambios sociales.
Creo que Trilce, de algún modo,
es o intenta ser una escuela de vida. Para los que le parezca demasiado
pretenciosa mi afirmación, diría, que al menos es un laboratorio en el que se
ensayan modos de vivir que buscan crear
una nueva cultura. Esa es mi impresión personal, que tal vez puede no ser
compartida por otros socios. He pensado que era mi deber agradecer este tiempo
de lucha y de compartir experiencias escribiendo estas breves líneas en las que
no me puedo permitir olvidar dar gracias a los trabajadores despedidos del
Ayuntamiento de Pinto por su presencia y por su ejemplo. No debo terminar sin exclamar
¡Felicidades Trilce!.
Carlos Gutiérrez (socio de
Trilce)