Confundir la salida con la meta.
Con respecto a la entrevista que
concede José Antonio Moreno, candidato de la corriente de Ángel Pérez en la
primarias de IU-CM, al diario El País, coincido en que es necesario reivindicar
la importancia de la lucha de los trabajadores y las clases populares para que
la operación gatopardista abordada por las élites del régimen franquista se viese mitigada y
para que no fuese posible un “franquismo sin Franco”. La muy limitada
democracia de la que disfrutamos es fruto mucho más de la lucha popular que de
una graciosa concesión, eso está claro. También resulta evidente que la
historiografía oficial y los medios de comunicación han construido un relato
según el cual esa limitada democracia de la que hablaba antes respondió a la
buena voluntad de unos políticos franquistas que sufrieron una conversión
paulina al credo democrático, todo esto con la actuación imprescindible del rey
demócrata por excelencia: Juan Carlos I.
La lucha por desenmascarar la falsedad de ese relato me parece una de
las tareas centrales para la izquierda aún hoy.
Pero una vez dicho esto, pienso
que José Antonio Moreno vuelve a caer en el mismo error, y 36 años más tarde,
lo que es más grave, en el que cayó la izquierda de la época. Para decirlo de
un modo muy sencillo, y en términos
deportivos, se confundió la meta con la salida. Creo que en aquellos tiempos,
por cierta izquierda, y con mejor o peor voluntad, se identificó la Constitución del 78
como la meta y el fin de la lucha. La aceptación de la presencia de los
comunistas en las instituciones y su legalización allanaban una amplia
autopista hacia la toma del poder surcando únicamente las vías electorales. De
aquellos polvos vienen en gran medida estos lodos. Lo que ya resulta llamativo, preocupante, descorazonador, y se
pueden añadir varios adjetivos más, es que desde un determinado sector de la
izquierda se siga aceptando el llamado régimen del 78 como el fin del camino y
como un instrumento que se debe apuntalar.
Subyace en el discurso de J.A.Moreno,
también, un determinado mensaje que vendría a decir más o menos lo siguiente:
“el régimen del 78 abrió la puerta institucional a la izquierda (PCE, luego IU)
y le concedió el estatuto de “minoría simpática”. Este es un estatuto que nos
permite estar bastante cómodos, asegura financiación para el funcionamiento de
la organización y de la consiguiente burocracia asociada a ella. ¿Para que
vamos a intentar cambiar las cosas si llevamos casi cuatro décadas viviendo
confortablemente instalados en la minoría? ¿Si tenemos asegurado más o menos
entre un 5 y un 10% para que vamos a arriesgarnos a proyectos aventurados? En
definitiva, aceptemos ser una minoría para los restos que fuera hace mucho
frío.
También no querría dejar de
señalar que pese a que pudiera parecer que lo que hace Moreno es una encendida
defensa del papel de la clase obrera en la Transición, me parece
que el efecto que consigue es el contrario. Al inferirse de sus palabras que
todo lo que podía conseguirse es lo que hemos conseguido hasta ahora, de algún
modo se está aceptando tanto la impotencia de los trabajadores y del pueblo
como de sus organizaciones. Sí el máximo grado de democracia y de bienestar
posible para los españoles es el que ha sido consecuencia de los “acuerdos del 78” tendríamos que reconocer
que la potencialidad del movimiento popular era mínima. Eso tal vez
justificaría, es posible que sus respuestas sean un intento de justificar, su conformidad
con el minoritarismo de la izquierda.
Desde luego que hay una cosa que me parece evidente: pensar que el régimen del 78 se debe apuntalar o creer que esa es una de las tareas de la izquierda para nuestros días, supone o bien ser completamente ajeno a lo que esta sucediendo cada día en nuestras calles o bien no haber entendido absolutamente nada. Además me parece absolutamente suicida, en momentos en los que la calle reclama procesos de unidad y construcción de instrumentos que aseguren más democracia, pretender refugiarse en giros identitarios que tienen más de pose que de contenido real. Y lo peor de todo es que algunos suicidios no so individuales y pueden arrastrar a organizaciones que no se merecen, de ningún modo, esa suerte. De nuevo, en el 2014, volver a confundir la salida con la meta, aceptar que lo que tenemos es lo máximo que podemos conseguir, tendría resultados posiblemente irreversibles para la izquierda.
Carlos Gutiérrez