miércoles, 4 de marzo de 2015

Ganemos Pinto, algo nuevo de verdad


Ganemos Pinto, algo nuevo de verdad



Hace ya casi un siglo, escribía Antonio Gramsci lo siguiente: “Para formar a los dirigentes políticos es fundamental partir de la siguiente premisa: ¿Se quiere que existan siempre gobernantes y gobernados, o por el contrario, se desea crear las condiciones bajo las cuales desaparezca la necesidad de tal división? En mi opinión, en esta frase podemos encontrar la clave para que el deseo  que expresamos cuando hablamos de “nueva política” pase del campo de lo discursivo al de lo real.

Esta firme voluntad de conseguir acabar con esa división es la que hace de Ganemos Pinto un proyecto innovador, profundamente anclado en la voluntad de los ciudadanos, con futuro más allá de lo exclusivamente electoral  y con un fondo político de gran calado. Este proyecto que quiere devolver el control de sus destinos a los ciudadanos nace, además, para ganar, y en ningún caso para convertirse en un sujeto político anecdótico, que se conforma con un papel minoritario o, mucho menos, para reproducir la tradicional figura del “partido bisagra”.

Pienso que existe una amplia demanda ciudadana de más democracia, de que la soberanía popular no siga siendo secuestrada y de que los intereses de las personas sean los que primen por encima de todo. En este estado de cosas, propiciado por un proceso de movilización social y de politización  más que evidentes que  comenzaron con el 15M,  las candidaturas ciudadanas y de unidad popular pueden constituir una herramienta de primer orden para ir acabando con esa división entre gobernantes y gobernados. En tanto en cuanto los que integran estos proyectos comprendan que de lo que se trata no es sustituir a unas élites por otras sino de acabar con las élites, se conseguirán objetivos importantes.

Desde luego que una de las tareas clave para Ganemos Pinto debe  ser llenar de contenido esa promesa de inaugurar un nuevo ciclo político. Esa “nueva política” de la que tanto estamos oyendo hablar en estos días debe concretarse en las formas y en los contenidos. No podemos permitirnos que se quede en una promesa más que no se cumple,  como muchas de las de lo que se ha dado en llamar la “vieja política”. Y ese camino ya se ha empezado a recorrer, y además en un sentido que me parece muy positivo. La realización de primarias abiertas o la elaboración del programa en las que ha participado   la ciudadanía son buena muestra de ello.

Los ciudadanos reclaman también  transparencia, coherencia, ejemplo y, en definitiva, un firme compromiso ético de sus representantes. Todo esto está presente ya   en el proceso de construcción de  Ganemos Pinto. No es casual que el primer documento elaborado haya sido el código ético, y que en él se hayan plasmado algunos acuerdos muy importantes: la eliminación de los llamados cargos de confianza, el compromiso de una significativa reducción de los sueldos de los políticos o el establecimiento de una comisión independiente que vele por el cumplimiento de los compromisos  éticos demuestran que estamos haciendo las promesas realidad.

Y para comprometernos en esa tarea lo más importante son las personas que componen Ganemos Pinto, su enorme capital humano. Quien repase la lista que salió de las primarias o conozca a multitud de personas que no forman parte de esa lista pero que participan en el proyecto y trabajan de modo abnegado y ejemplar, se dará cuenta de que se trata de ciudadanos comunes y corrientes, pero a la vez, que se trata de gentes a las que ha visto en multitud de luchas sociales:  en los conflictos laborales siempre del lado de los trabajadores, en el 15M, en la lucha contra los desahucios, en la pelea por la apertura de nuevos espacios para la participación y la formación, en  la promoción de la democracia participativa, en las Marchas de la Dignidad,  en la creación de una nueva cultura más cercana a los intereses del pueblo, en la lucha  feminista y LGTBI, en la defensa del medio ambiente y de los derechos de los animales o  por el reconocimiento de la Memoria Histórica.

Personas comunes y corrientes, pero gentes convencidas de que es necesario un cambio profundo, de  que los modelos políticos que hemos conocido hasta ahora están agotados, de que hay que cumplir por fin la tarea tantas veces postergada de separar el abismo entre gobernantes y gobernados. Un proyecto realmente nuevo, en el mejor sentido de la palabra, basado no en la confianza sino en los compromisos y en la participación. Ganemos Pinto no se dedicará a malvender el voto de los representantes que obtenga sino que establecerá un compromiso de hierro en cuanto a su política de alianzas, y ese compromiso irá incorporado en su programa electoral. Los ciudadanos, a la hora de elegir, sabrán si Ganemos Pinto pactará o no, y en el caso de hacerlo con quién.

Esta es una tarea que tal vez puede parecer difícil de abordar o demasiado ambiciosa, pero si no nos proponemos objetivos importantes y nos limitamos a repetir la mezquindad, el tacticismo y el cortoplacismo que hemos conocido hasta ahora en la política, ¿Para qué demonios nos hemos metido en este lío entonces? Estoy en condiciones de asegurar que para hacer lo mismo que los demás, para repetir la política “de siempre” no nos habría merecido la pena construir este proyecto.  No pedimos confianza ciega ni queremos convertirnos en representantes al uso, nuestra intención es otra, pretendemos que sean los ciudadanos los que gobiernen Pinto y esto es posible, estoy convencido de ello; como en otras tantas cosas es una cuestión de voluntad política, y eso no es algo que nos falte.


Carlos Gutiérrez

martes, 13 de enero de 2015

Un libro para ayudarnos a cambiar el mundo.





Un libro para ayudarnos a cambiar el mundo.



De Sur a sur. La estrategia del caracol, es un libro de Luciano Vasapollo, profesor de economía aplicada de la Universidad  La Sapienza de Roma y delegado del rector de la citada universidad para las relaciones con los países del ALBA, así como director del centro de estudios CESTES de la central sindical USB y responsable de la coordinación europea de la Red en Defensa de la Humanidad. Vasapollo es un intelectual que ha realizado una prolífica labor de investigación y publicación sobre diversos temas como análisis económico, encuesta obrera, geopolítica, antropología y varios más. Pero mucho más que un intelectual, Vasapollo es un militante de la izquierda, un comunista consecuente y un amigo de los pueblos que luchan en todo el mundo y en especial en América Latina.

En primer lugar me parece indispensable decir que no se puede separar este libro del conjunto de la producción intelectual de Luciano Vasapollo. El conjunto de sus libros, estudios y artículos debe ser entendido como un trabajo encaminado a trazar líneas que ayuden a abordar procesos de emancipación y de liberación; Esto es, un trabajo militante y revolucionario. Podríamos resumir el espíritu de su trabajo diciendo que el empeño de Vasapollo consiste en despejar caminos y veredas que nos den pistas sobre el qué hacer y cómo hacerlo.

A primera vista, alguien poco informado podría pensar que este libro es solamente una obra sobre antropología, o, tal vez, sobre costumbrismo. Nada más alejado de la realidad. A través de un profundo estudio de las tradiciones económicas derivadas de la tierra, de lo que podríamos llamar una auténtica economía moral popular, y de la puesta en relación de las tradiciones de América Latina con las del sur de Europa, se intenta suscitar una interesante reflexión de un gran calado político y muy útil para vislumbrar cuales son los nodos  que nos pueden ayudar a reelaborar una propuesta emancipatoria  a la altura de los tiempos que vivimos.

En mi opinión este libro constituye toda una llamada de atención al conjunto de la izquierda europea y a su irrefrenable tendencia al eurocentrismo y al productivismo. De ningún modo estamos ante un trabajo que caiga en la nostalgia o que plantee una vuelta a un pasado no factible. Pero sí creo que del libro se trasluce la necesidad de que la izquierda reflexione  sobre sus errores, y uno de ellos fue su entusiasmo ante la destrucción de las culturas comunitarias campesinas en aras de una industrialización que supuestamente traería una clase obrera universal  que sería el único sujeto revolucionario sin necesidad de alianzas.

Una vez liquidadas esas tradiciones campesinas, y liquidadas también las tradiciones obreras, se impone una lenta y molecular reelaboración de esas tradiciones, sin las cuales no será posible recuperar el hilo rojo del proceso emancipatorio. En este orden de cosas, este libro es un material (en el sentido fuerte de nuestra tradición) y una herramienta necesaria para pensar cómo abordamos ese lento proceso de elaboración de una nueva economía moral popular, indispensable para salir de la insignificancia.

Tal como nos recuerda Joan Tafalla, en un extraordinario prólogo que recomiendo encarecidamente y que podría constituir, por si solo, un pequeño libro, esta obra de Luciano Vasapollo nos remite a muchas de las lecciones de Gramsci y de Mariategui. También nos evoca las reflexiones de Pasolini sobre la importancia de las culturas populares, y además de todo esto, nos habla de procesos reales, de la construcción del socialismo, en sociedades compuestas por personas de carne y hueso, con errores y con aciertos, con pasos atrás y con titubeos, pero en los que el ser humano, de modo colectivo, es el que construye su propio destino.

Vasapollo y Tafalla se atreven a hacer algo que nos recomendaba el Ché y que a veces parece un trabajo propio de titanes o incluso algo insólito: pensar con su propia cabeza. Solo de ese modo, liberándonos de prejuicios, trabajando con un inmenso rigor intelectual y una honestidad a prueba de bombas, seremos capaces de empezar a ir trazando líneas que nos ayuden a saber qué hacer y cómo hacerlo.



Carlos Gutiérrez (Espai Marx)

jueves, 20 de noviembre de 2014

Confundir la salida con la meta




Confundir la salida con la meta.



Con respecto a la entrevista que concede José Antonio Moreno, candidato de la corriente de Ángel Pérez en la primarias de IU-CM, al diario El País, coincido en que es necesario reivindicar la importancia de la lucha de los trabajadores y las clases populares para que la operación gatopardista abordada por las élites  del régimen franquista se viese mitigada y para que no fuese posible un “franquismo sin Franco”. La muy limitada democracia de la que disfrutamos es fruto mucho más de la lucha popular que de una graciosa concesión, eso está claro. También resulta evidente que la historiografía oficial y los medios de comunicación han construido un relato según el cual esa limitada democracia de la que hablaba antes respondió a la buena voluntad de unos políticos franquistas que sufrieron una conversión paulina al credo democrático, todo esto con la actuación imprescindible del rey demócrata por excelencia: Juan Carlos I.  La lucha por desenmascarar la falsedad de ese relato me parece una de las tareas centrales para la izquierda aún hoy.

Pero una vez dicho esto, pienso que José Antonio Moreno vuelve a caer en el mismo error, y 36 años más tarde, lo que es más grave, en el que cayó la izquierda de la época. Para decirlo de un modo muy sencillo,  y en términos deportivos, se confundió la meta con la salida. Creo que en aquellos tiempos, por cierta izquierda, y con mejor o peor voluntad, se identificó la Constitución del 78 como la meta y el fin de la lucha. La aceptación de la presencia de los comunistas en las instituciones y su legalización allanaban una amplia autopista hacia la toma del poder surcando únicamente las vías electorales. De aquellos polvos vienen en gran medida estos lodos. Lo que ya resulta  llamativo, preocupante, descorazonador, y se pueden añadir varios adjetivos más, es que desde un determinado sector de la izquierda se siga aceptando el llamado régimen del 78 como el fin del camino y como un instrumento que se debe apuntalar.

Subyace en el discurso de J.A.Moreno, también, un determinado mensaje que vendría a decir más o menos lo siguiente: “el régimen del 78 abrió la puerta institucional a la izquierda (PCE, luego IU) y le concedió el estatuto de “minoría simpática”. Este es un estatuto que nos permite estar bastante cómodos, asegura financiación para el funcionamiento de la organización y de la consiguiente burocracia asociada a ella. ¿Para que vamos a intentar cambiar las cosas si llevamos casi cuatro décadas viviendo confortablemente instalados en la minoría? ¿Si tenemos asegurado más o menos entre un 5 y un 10% para que vamos a arriesgarnos a proyectos aventurados? En definitiva, aceptemos ser una minoría para los restos que fuera hace mucho frío.

También no querría dejar de señalar que pese a que pudiera parecer que lo que hace Moreno es una encendida defensa del papel de la clase obrera en la Transición, me parece que el efecto que consigue es el contrario. Al inferirse de sus palabras que todo lo que podía conseguirse es lo que hemos conseguido hasta ahora, de algún modo se está aceptando tanto la impotencia de los trabajadores y del pueblo como de sus organizaciones. Sí el máximo grado de democracia y de bienestar posible para los españoles es el que ha sido consecuencia de los “acuerdos del 78” tendríamos que reconocer que la potencialidad del movimiento popular era mínima. Eso tal vez justificaría, es posible que sus respuestas sean un intento de justificar, su conformidad con el minoritarismo de la izquierda.

Desde luego que hay una cosa que me parece evidente: pensar que el régimen del 78 se debe apuntalar o creer que esa es una de las tareas de la izquierda para nuestros días, supone  o bien ser completamente ajeno a lo que esta sucediendo cada día en nuestras calles o bien no haber entendido absolutamente nada. Además me parece absolutamente suicida, en momentos en los que la calle reclama procesos de unidad y construcción de instrumentos que aseguren más democracia, pretender refugiarse en giros identitarios que tienen más de pose que de contenido real. Y lo peor de todo es que algunos suicidios no so individuales y pueden arrastrar a organizaciones que no se merecen, de ningún modo, esa suerte. De nuevo, en el 2014, volver a confundir la salida con la meta, aceptar que lo que tenemos es lo máximo que podemos conseguir, tendría resultados posiblemente irreversibles para la izquierda.

Carlos Gutiérrez

jueves, 6 de noviembre de 2014

Una cita de E.P.Thompson (Misería de la teoría)




“Ningún otro rasgo es mas característico de los marxismos occidentales, ni más revelador de sus premisas profundamente antidemocráticas. Tanto si se trata de la Escuela de Frankfurt como de Althusser, están marcados por el mismo fuerte énfasis en el peso ineluctable de los modos ideológicos de dominación: una dominación que destruye cada espacio para la iniciativa o la creatividad de la masa del pueblo; una dominación de la que solamente la minoría ilustrada de los intelectuales puede liberarse [...] es esta una triste premisa con la cual debería emprender la teoría socialista (todos los hombres y mujeres, a excepción de nosotros, son originalmente estúpidos) y que conduce naturalmente a conclusiones pesimistas o autoritarias”
(E. P. Thompson, Miseria de la teoría)

domingo, 26 de octubre de 2014

Una breve reflexión sobre las clases sociales




¿Es posible hablar de clases sociales, más en concreto de clase obrera o trabajadora, sin procesos de lucha o sin la existencia de una cultura autónoma común? Creo que no, afirmar que “existe” clase obrera nada más que por el lugar que  un determinado colectivo humano ocupa en el proceso de producción es demasiado reduccionista y nos presentaría un concepto de clase demasiado débil y muy discutible, aunque resulta evidente que existe una legión, tal vez cada vez mayor, de trabajadores por cuenta ajena. Prefiero un concepto más fuerte de clase, más ligado con la historia y con la cultura, esto es, una clase que es producto de compartir experiencias de lucha y que elabora una cultura común, autónoma, como consecuencia de sus vivencias y distinta de la de los capitalistas. 

¿No es acaso la disolución de la cultura de la clase trabajadora el gran triunfo del capitalismo? ¿Cómo es posible que, en unos años, hayamos pasado del orgullo de ser obrero a la vergüenza por serlo y a querer ocultar esa condición bajo el pretexto de su temporalidad? ¿No resulta llamativo que la imposición de un modelo cultural (en el sentido más amplio del término) único haya sido, previa disolución de la cultura obrera, una de las tareas en las que ha invertido más esfuerzos el Sistema? Solo recuperando su autonomía será posible que la clase trabajadora empiece a abordar procesos de reconstitución, casi empezando desde cero, que superen al abismo que media entre la “clase en sí” y la “clase para sí”.

Podemos-Evo


Podemos-Evo

La reciente y rotunda victoria electoral de Evo Morales en las elecciones bolivianas debe suscitar reflexiones y enseñanzas políticas para aquellos que queremos cambiar nuestra sociedad de modo profundo. No resulta muy habitual encontrarnos ante un presidente que accede a su tercer mandato con un 60% de los votos y con un más que considerable apoyo popular.
Sin duda la victoria de Evo se debe a que ha conseguido elevar el nivel de vida de los bolivianos y a que ha hecho más sólidos los mecanismos democráticos y de participación. La creación de un nuevo bloque histórico popular en Bolivia ha sido encabezado por el MAS (Movimiento al Socialismo), la formación política de Evo Morales, que más que como un partido a la vieja usanza, funciona como un crisol de movimientos sociales diversos que reflejan la plural realidad de la sociedad boliviana.
Resulta evidente que nuestro país no es Bolivia, ni su historia ni sus condiciones sociales o políticas son iguales, pero eso no debe ser óbice para que, sin pretender ni imitar ni ajustarnos a modelos, sepamos capaces de aprender de una experiencia tan interesante. En ese marco nos parece pertinente y necesario incluir la experiencia de Podemos, y, sobre todo, el evidente interés popular que está suscitando su surgimiento y desarrollo. Será necesario posicionarse sobre temas clave como el modelo productivo para nuestro país o la cuestión de nuestra integración en la UE y en el Sistema Euro. Estamos ante una oportunidad histórica que, tengámoslo claro, puede ser aprovechada o no.
Podemos está consiguiendo generar una ilusión y un apoyo popular (aunque este apoyo, a mi juicio, debería ampliarse), que pueden convertirse en el generador de la construcción de un bloque popular similar al que gobierna Bolivia, en nuestro país. Desde luego que estamos solo al inicio del proceso y que aún nos podremos encontrar en el camino mil trabas, errores o retrocesos, pero la posibilidad está abierta y su desarrollo dependerá de cómo se vaya ampliando ese bloque social en un proceso de construcción siempre democrático.
Con toda seguridad no serán solo los que ahora están inscritos en Podemos los únicos que lleven a caso ese proceso, sino un movimiento mucho más amplio y que implique a más sujetos políticos y sociales. Ese movimiento deberá luchar contra los fenómenos negativos que surgirán sin duda: el dirigismo, el personalismo o la burocratización, por ejemplo. Sólo si se consiguen vencer esos “vicios” será posible transitar el camino de un fenómeno meramente electoral a otro, mucho más robusto, que sea capaz de ganar la hegemonía social.
Quedan aún muchísimas cosas por hacer, pero tal vez lo más importante es comprender que debemos mirar la realidad social desde una perspectiva global y sin pretender buscar atajos fruto de las prisas. Un proyecto de cambio social profundo solo puede realizarse con mucha paciencia y contando con el apoyo de grandes mayorías populares. En ese camino se debe comprender tanto que existen diversos sujetos sociales que están llamados a participar en ese proceso como que la conciencia previa de la que parten es distinta. Resulta imprescindible un profundo conocimiento de cuál es tanto la composición de nuestra sociedad como de de cuáles son los intereses de esos sujetos.
No se trata de sustituir a una elite por otra. Cuando se habla de la “generación más preparada de nuestra historia”, (afirmación discutible y en la que se debería aclarar qué se entiende por preparación) parece, en algunas ocasiones, que se está proponiendo una nueva élite llamada a sustituir a la anterior sin proponer mucho más. No se trata de eso, lo que se trata es de construir poder popular, de no entregar nuestra soberanía a “líderes” que decidan por nosotros. Y en el horizonte la necesidad de incorporar a ese nuevo proyecto hegemónico a la gran mayoría de jóvenes y no tan jóvenes que no han tenido ocasión de prepararse y parecen condenados o bien al paro perpetuo, con la consiguiente exclusión social, o bien a la precariedad más miserable. Sin ellos no habrá bloque social hegemónico.
No hay cambio social profundo sin que se proponga una alternativa de vida mejor para las mayorías sociales, es esto lo que han conseguido Evo Morales y el MAS para el pueblo boliviano. El fenómeno de PODEMOS y las expectativas que ha suscitado en nuestro país indican que existe la posibilidad. Se trata, ni más ni menos, de una posibilidad, abierta, no una certeza ni algo que solo puede caminar en una dirección, quede claro. De todos nosotros, de nuestra inteligencia y nuestra capacidad de llegar a acuerdos, de nuestro tesón y nuestra perseverancia, depende que podamos sacar adelante lo que nuestro pueblo parece demandar.

Carlos Gutiérrez

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Memória histórica, más necesaria que nunca

Memoria histórica, más necesaria que nunca
Carlos Gutiérrez


"Una cosa es la realidad y otra la mierda, que es sólo una parte de la realidad, compuesta, precisamente, por los que aceptan la realidad moralmente, no sólo intelectualmente". (Carta a Félix Novales) Manuel Sacristán Luzón.


Abordar esta cuestión, tratar de centrar el debate y situar cuales son los puntos centrales en cuanto a la Memoria histórica se refiere, es una tarea que merece el mayor de los esfuerzos y un rigor especial. Es necesario luchar sin cuartel contra las falsificaciones y contra el revisionismo histórico. Una vez más debemos enfrentarnos a una corriente ideológico-cultural dominante que pretende hacernos tragar con una única versión de los hechos. Una versión que so capa de parecer “neutral” y reconciliadora, es todo lo contrario: sectaria, interesada y partidista. Tenemos ante nosotros una lucha apasionante y dura: una pelea ideológica, política y cultural.
En estos días, La Esfera de los Libros, editorial ligada al diario derechista El Mundo, ha publicado un texto, al que pretende hacer llamar libro, titulado; Me fusilaron en la Almudena, en cuyas páginas se enseñorea el más rancio revisionismo histórico “a la española”. Con el pretexto de hacer un homenaje a las victimas del franquismo, y en especial, a las de la Almudena, el libelo pedrojotiano intenta extender, de modo escandalosamente cínico, ese nefando lugar común según el cual se iguala a verdugos y victimas. En este panfleto propagandístico se afirman cosas como estas: “todos eran nuestros compatriotas”, “a los partidos de izquierda les interesaba que Franco fusilase al mayor número de gente posible”. “los nacionales se vengaron de los que habían hecho daño a su gente” o “Las Asociaciones de Memoria Histórica han sido imprudentes al seguir la vía penal”. Parece claro que con “amigos” así, no hacen falta enemigos.
Hay dos cuestiones que me parecen fundamentales y por las que resulta tan importante analizar este tema de un modo muy serio y sin concesiones a la galería. La primera de ellas es que estamos hablando de la memoria y la dignidad de lo mejor de la sociedad española, de lo mejor de una generación. Muchas veces olvidamos, cuando hablamos de nuestras actuales carencias, que toda una generación fue aniquilada física o intelectualmente. No podemos de ningún modo aceptar que los que lucharon en ambos bandos eran nuestros compatriotas- para muchos de nosotros, nuestros auténticos compatriotas también estaban entre los miembros de las Brigadas Internacionales, ese maravilloso e insuperable ejemplo de generosidad y de solidaridad-. El hecho de que fuesen españoles no cancela su responsabilidad por lo que hicieron o por lo que permitieron hacer. Una de las partes, la derrotada, sólo militarmente, nunca moralmente, por el fascismo internacional, tuvo el coraje de levantarse contra la barbarie, tuvo la dignidad de no permanecer inmóvil y de comprometerse, incluso dando la vida, en un proyecto colectivo de emancipación social. Seguramente la II República, ese hermoso proyecto del pueblo, fue la creación más participativa, democrática y esperanzadora que se ha edificado en nuestro país.
No es cierto que la II República fuese sólo el producto de la victoria en unas elecciones, del hastío de una Monarquía corrupta o de unas guerras coloniales absurdas que sangraban al pueblo. El fermento en el que creció el proyecto republicano se encuentra en lo más profundo de las aspiraciones populares En todas las ricas experiencias de rebeldía y autoorganización que se habían venido fraguando en las diversas corrientes emancipatorias, desde el potentísimo movimiento anarcosindicalista, pasando por el socialismo, el republicanismo de izquierdas,el incipiente partido comunista, o las experiencias surgidas de modo autónomo y cercano a algo que se puede calificar de “rebeldía primitiva”. La II República supuso el momento histórico más importante para que nuestro pueblo pudiese por fin ser soberano, para que un proyecto popular triunfase y consiguiese que nuestro país abandonara las tinieblas, para que comenzase un proceso de construcción de un verdadera democracia. ¿Como es posible que alguien pueda afirmar que los criminales que cercenaron tantas ilusiones y tantas vidas eran nuestros compatriotas? Es hora de reapropiarnos del lenguaje, los patriotas eran los que defendieron la República, los otros eran apátridas, criminales y fieles representantes de lo más negro de nuestra historia. En la Revolución Francesa, en la Comuna de París, en tantos y tantos ejemplos de lucha popular, siempre los patriotas han sido los defensores de la libertad, de la democracia y del gobierno del pueblo.
La segunda cuestión me parece que nos puede dar la clave de porque existe esa inquina y esa contrapropaganda tan feroz por parte de los herederos, enmascarados o no, del franquismo contra la recuperación de la Memoria histórica. Es la cuestión política, entendido este término en un sentido fuerte, es la cuestión de plantearnos de dónde venimos y a dónde queremos ir. Para intentar construir cualquier proyecto político serio en nuestro país, es necesario tener claro si lo que queremos hacer hunde sus raíces en la autodeterminación popular que supuso la II República o en la paz de los cementerios impuesta por el franquismo, si queremos una democracia basada en la expresión plena de la voluntad popular a través de un proyecto republicano o aceptamos la Transición impuesta por los poderes fácticos del franquismo. Si seguimos aceptando la Constitución Española como una “carta otorgada” nunca conseguiremos alcanzar una auténtica democracia popular y participativa. Seguiremos siendo eternamente presos de los miedos que nos quieren imponer.
Este no es un debate nuevo, lo que me preocupa es que este debate no se esté llevando a cabo en nuestro país a la altura de las circunstancias. Tanto la república italiana como la francesa, por ejemplo, han tenido que hacer frente a ese alza del revisionismo, pero cualquier italiano de izquierdas tiene claro que es fundamental defender que los valores de la construcción democrática y progresista vienen dados por la lucha partisana contra el fascismo, de ningún modo es posible aceptar que estos valores hayan sido inspirados por la República de Saló. De igual modo, a ningún francés progresista se le ocurriría venerar a los colaboracionistas de Vichy, o mucho menos igualarlos a los luchadores de la Resistencia .Ellos tienen bastante claro que los valores de libertad independencia y democracia eran los defendidos por la Resistencia.
Siempre he pensado que la Memoria histórica era un elemento clave para el futuro. Toda esta legión de supuestos historiadores y escritores pagados por el poder y por la derecha mediática, se empeñan en que se trata de remover el pasado, de abrir heridas ya cerradas o de cosas de nostálgicos y trasnochados izquierdistas. Estoy convencido de lo contrario, recuperar la Memoria Histórica es un arma cargada de inmenso futuro, supone devolver al pueblo la capacidad de retomar el hilo de su trayectoria emancipatoria, puede suponer, soy consciente de que es muy difícil, un aldabonazo para que renazca una cultura popular alternativa que fue destrozada por casi 40 años de franquismo, por un período demasiado grande de Noche y Niebla. Nuestro futuro depende de que sepamos comprender el pasado, En primer término, debemos darnos cuenta de porque tienen ese interés en robarnos el pasado y actuar para no permitirlo. No quieren que descubramos que han cambiado menos cosas de las que pensamos, y que los que siguen mandando son los hijos y los nietos de los que nos robaron el proyecto republicano y asesinaron a nuestros abuelos y familiares más queridos.
Necesitamos que en nuestro país ninguna agresión quede sin respuesta. Las agresiones a la cultura popular expresadas en modo de revisionismo histórico son las peores y las más dañinas. Si queremos construir una sociedad libre y democrática sólo podremos hacerlo si somos capaces de esclarecer nuestro pasado. Debemos dejar claro que la II República fue un proyecto popular que pretendía construir una democracia avanzada y sacar a nuestro país de siglos de barbarie y dictadura oligárquica. Debemos dejar claro que los que se levantaron contra ese proyecto no son ni nuestros compatriotas ni nuestros hermanos. Tomar decisiones y tomar partido tiene sus consecuencias. Algunos decidieron servir a la oligarquía y a los intereses económicos. Decidieron traicionar a su pueblo. La Guerra Civil tuvo lugar porque la parte más valiosa de nuestro pueblo decidió resistir a un Golpe de Estado fascista y criminal, y decidió, al mismo tiempo, defender su libertad y sus derechos, esa es la única explicación que debemos admitir. Los que defendieron la libertad merecen honor y reconocimiento, los que defendieron la muerte y la esclavitud sólo deben recibir oprobio y desprecio.


Fdo: Carlos Gutiérrez (militante del MIA-Pinto y de Espai Marx)


A la memoria de Valentín De Pedro (15-02-41), de Francisco Aguilar Lagos (24-06-39), de Tiburcio Galán (29-04-40) fusilados en las tapias de La Almudena, y a la de todos los familiares muertos y represaliados de amigos, camaradas y compañeros, y a la de todos los que dieron generosamente la vida por todos nosotros. Por nuestra felicidad y por nuestra libertad. Gentes, todas ellas, que quisieron hacer realidad las promesas de la filosofía.